jueves, 19 de junio de 2008

LOS PALMEROS DE RAJOY

Ya se ha confirmado, en lo importante, que Rajoy es, ante todo, un hombre agradecido con sus palmeros, ya están todos compuestos y con cargo, con la excepción de Ana Mato, que públicamente no ha sido una palmera rajoyesca, y con la espectación del cargo adjudicado a Gallardón, ninguno de los importantes ciertamente. Tampoco hay que "hipotizar" al futurible, como ya dijo el alcalde madrileño recordando las palabras de alguien tan sabio y tan erutido como Felipe, el González de toda la vida.

Pero en lo sustancial, el nombramiento de Dolores de Cospedal no ha sido una sorpresa en ningún sentido. Bien es verdad que muchos apostaban por Javier Arenas, sobre todo después de repetir una y otra vez que su vida y su corazón y su alma y su centrismo y su todo estaba en su tierra. Claro que también dijo esto Cospedal, algo importantísimo a la hora de "sacrificarse" por el partido, el eterno refugio y excusa de los caraduras que cuantos más cargos más se "sacrifican". Rajoy ha elegido a Cospedal por algo muy simple: porque su fidelidad está a prueba de bombas, después de la puñalada a Esperanza Aguirre como sacrificio para entrar en el selecto círculo-club centrista de Mariano.

Cospedal, hasta hace poco, era la esperanza blanca de muchos manchegos, que veían en ella la apuesta definitiva para desbancar al socialismo de Castilla la Mancha. Pero decepciones más duras ocurren en la vida y María Dolores ha preferido ser palmera de Rajoy a ser la presidenta de todos los manchegos, y así será. No voy a negar que, en un primer momento de la carrera de Cospedal, se veía a la esperanzista de adopción como un valor seguro y de futuro en el Partido Popular, pero después de su retrato durante toda esta crisis, la estafa no ha podido ser más evidente.
Ahí tenemos, como actuación estrella, su trato vejatorio y con mala intención, por decirlo de alguna manera suave, hacia María San Gil. Ahí ya puso un listón que si lo supera en el futuro no sé yo a dónde puede llegar, pero sus primeros chapoteos en la miseria personal no han podido ser más ruidosos. Pero ahí tiene su recompensa, entre injuria a María San Gil y declaraciones de amor arrebatador a Mariano, ahí está su cargo de secretaria general del PP, quién se lo iba a decir a ella cuando la acogió, hace ya algunos años, Esperanza Aguirre, la culpa aún sigue con el puñal de Cospedal adornando la herida.

Precisamente, y por esto mismo, hoy ha dicho que votará a Rajoy al alegrarse mucho, muchísimo, del nombramiento de Cospedal. Como no da una puntada sin hilo, puede ser que esto lo diga para que aquellos que tengan oídos, que entiendan. O quizás no. Pero la cuestión es que ya hasta Esperanza se apunta al enjuague de Rajoy, a la invetidura de Mariano como el emperador papal del Partido Popular. Evidentemente no llega al grado de babosería y renuncia de la dignidad de todo hombre de la que ha hecho gala Moragas, cuando ha dicho que no tenía palabras ante el nombramiento de Cospedal, a lo mejor lo dice porque él esperaba ese cargo, a saber, pero la cuestión es que aquellos que sufran de náuseas o de sensibilidad vomitiva no deberán encender el televisor en los próximos días ante el espectáculo bochornoso, soviético y sectario que va a exhibir el Partido Popular.

Todo esto se corona, como no podía ser, con Pons, Arenas y Ana Mato. De los 3, Ana Mato la más sorprendente, por su baja intensidad de palmeo. Pero qué decir del valenciano y del andaluz, cada cual más abyecto y deslengüado durante esta crisis del PP. Con algo en lo que empatan: las razones para que ninguno de los dos aceptase este cargo. El primero, Pons, porque dijo que allí donde estuviese María San Gil debería de estar el PP, y San Gil ni va al congreso; y Arenas movedizas porque dijo que no quería ningún cargo nacional porque su vida estaba en su tierra. Que yo sepa vicesecretario territorial significa, a menos que el centrismo se invente otra cosa, que tendrá que viajar bastante por esas tierras de los pueblos y naciones de la península ibérica, excepto Portugal, que conviven en paz.

Habrá que ver, por lo tanto, la composición de todo el equipo rajoyesco, donde puede haber sorpresas que harían saltar por al aire la esperanza, es verdad que ínfima, que tienen la mayoría de los votantes del PP que un día no muy lejano se elija el líder popular mediante unas primarias, en cuyo caso Rajoy no saldría ni para portero del edificio de Génova. O, en el peor de los casos, que exista una coherencia balsámica en aquellos que no apoyan a Rajoy y no den ahora la puñalada a la dignidad aceptando, o mejor dicho vendiéndose, por un plato de lentejas, porque en Génova 13, además de lentejas, no hay nada más.

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