Ya se sabe que cuando va en demasía el cántaro a la fuente, éste se acaba rompiendo. Y pronto se le ha roto a este nuevo gobierno zapateril que acaba de salir de las urnas y ya está colapsado al nivel de una dictadura bananera de décadas de vida, maleada, sin palabras ni soluciones para los problemas de sus ciudadanos. Lo que se está viviendo con la huelga del transporte no es, solamente, una actitud de los huelguistas que ya empieza a rayar en lo golpista, sino la ineficacia absoluta e insufrible de un ejecutivo que ha vivido durante 4 años de la herencia y la inercia de la política y que ahora que le estalla en sus manos los frutos que el mismo Zapatero fue sembrando, no sabe ni por dónde salir ni, lo que es peor, como defender el bienestar social y la seguridad ciudadana.
Es evidente que los camioneros tienen todo el derecho a manifestar sus quejas y a exigir soluciones al problema de que a muchos no les sale rentable trabajar. Pero digamos que los huelguistas han sobrepasado su derecho de huelga para empezar a atentar contra derechos fundamentales de los ciudadanos y poner en cuarentena a las fuerzas de seguridad del estado, que asisten impávidas a la demostración de fuerza de los huelguistas que saben, y muy bien, que el gobierno no quiere abrir el teledirario con la guardia civil repartiendo palos a diestro y siniestro.
Pero por mucho que Zapatero esté desaparecido y la ministra de fomento llegue a punto que resulta incomprensible su permanencia en el ministerio, si esto sigue así algún día más, el panorama social será tan crítico que la inicial huelga del transporte puede convertirse en una huelga general de manera pasiva o en un enfrentamiento campal entre los huelguistas y los ciudadanos que no tenemos que ser los que paguemos las consecuencias.
Menos mal, eso sí, que tenemos a Mariano Rajoy dispuesto a solucionar los desperfectos de la negra tormenta que ya asola nuestras vidas de españoles, pues hay que reconocer que en una democracia es tranquilizador que ante un gobierno tan inepto, tan ineficaz y tan peligroso como el de Zapatero, tengamos una oposición preparada, unida y con las ideas muy claras para consolar a los españoles que asisten desesperados a la inacción de las institucionas gubernamentales. Ahí tenemos, por ejemplo, a Soraya, denunciando que el gobierno nos va a subir la inflación. Por no hablar de Rajoy, que está exahusto de hacer oposición a Zapatero. Quien le iba a decir al PP que pocos meses después de las generales, iba a tener al recién formado gobierno contra las cuerdas de una manera tan espectacular.
Bueno, vale, es verdad que ni siquiera la oposición está ni se le espera, pero por lo menos sería bonito que el Partido Popular hubiese existido y existiese en estos momentos de caos donde nadie sabe muy bien a qué agarrarse. Por lo menos, cuando el felipismo saqueaba España y alcanzaba una tasa de paro del 23% enfrente existía una oposición que explicaba sus políticas y sus soluciones. Esto, por lo menos, daba un punto de esperanza a muchos de que algún día la situación podría cambiar, y no pudrirse eternamente. Pero ahora es distinto. Con el país al borde del colapso por el pulso de unos caminoneros, con un gobierno desaparecido no por cobardía, que también, sino por manifiesta incompetencia, también tenemos a una oposición ensimismada en sí misma y autoadorándose con el fondo búlgaro de Valencia como protector de pantalla rajoyesca.
Qué habremos hecho para merecernos a Zapatero, decían muchos hace 4 años. Pues bien, como todo lo que puede empeorar, empeora, ahora podemos decir, sin temor a exagerar, qué habremos hecho para merecernos a Zapatero y Rajoy.
miércoles, 11 de junio de 2008
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