Aunque la memoria histórica oficial del rajoyismo nos quiera hacer creer que fue Fraga el inventor del centrismo, qué duda cabe de que Fraga pasará a la historia, aunque está haciendo muchos esfuerzos por desprestigiarse a sí mismo, como el político más importante que la derecha franquista ha dado a la democracia. Porque Fraga sí que era un político procedente del franquismo, identificado, claramente, con el régimen que murió el mismo día que su creador, el generalísimo. Pero Fraga tiene en su haber no ser el responsable de ninguna matanza indiscriminada y miserable como la de Paracuellos, de la que sí es copartícipe Carrillo. Empero, ahí tenemos a Carrillo dando clases de ética mientras que cuando don Manuel pretende acercarse a alguna universidad le revientan el acto mientras le insultan. Son las cosas que tiene la España de hoy, tan desmemoriada que se ha hecho una ley de la memoria; y tan desvergonzada que hasta Rajoy nos quiere tomar a todos por tontos.
De Fraga, es verdad, se podrán decir muchas cosas, algunas muy malas, y el sello autoritario que lleva grabado en la piel a fuego lento si alguna vez intentó disimularlo, ya en el eclipse de sus mínimas facultades mentales todo sale a la luz. Fraga habla ahora más que antes, y lo hace, además, para quemar su último cartucho como el creador de todo este invento que es el PP: y es dejar a su eterno delfín, Ruiz Gallardón, como heredero universal de lo que en su día fue Alianza Popular y que, al paso que vamos, volverá a ser el PP, apenas un centenar de diputados y algunas autonomías importantes.
Por eso Manuel Fraga se dedica ahora a apoyar a Rajoy como el líder verdadero, cuando por todos es sabido del desprecio mutuo además que se profesan el uno al otro. Pero ni Rajoy se atrevió a quitar a Fraga antes de perder Galicia, ni Fraga quiere quitar del medio a Rajoy antes de tener atado, y bien atado, a Gallardón. Puede que sea este el último servicio a la causa que haga Manuel Fraga, pero si la memoria es justa, que en España suele ser lo contrario, a Fraga se le debería de recordar por muchas decisiones importantes y por una presencia política e intelectual en sus buenos años de vida que no ha tenido hasta ahora parangón. De ahí el famoso ciclón Fraga, el león de Villalba, también llamado, cuando entonces escuchar, ver, oír y tratar con Fraga te obligaba a estar en guardia no por si este se caía de un desmayo sino por si este te sacudía un bofetón.
Es una lástima, y esto hay que reconocerlo, que dentro de la grandeza de don Manuel no existiese esa virtud que tampoco es muy usual entre políticos de saber retirarse a tiempo. Y no creo que sea cosa de la edad, sino que la naturaleza de la especie política padece un especial síndrome de Peter Pan, no el de sentirse joven eternamente, sino el de sentirse o ganadores o imprescindibles eternamente. Qué duda cabe que este síndrome particular es de las pocas cosas que tienen en común Fraga y Rajoy.
Pero como la historia está para contarla, para conocerla, y no para manipularla, debería Rajoy recordar el famoso episodio de la visita de los 5 poderosos de entonces, a la residencia de verano de don Manuel, en Perbes. De ahí salió Aznar, y no la Tocino como tenía en mente Fraga. Lejos de criticar esa especie de dedocracia al estilo fraguista, el fondo realmente importante, el que se hace merecedor de aplauso, era el retiro voluntario de Fraga de la primera linea de su partido al ser conocedor, de manera consciente, de que su techo no podía ser rebasado por sí mismo, y no quedaba otra que dejar el cargo, que aceptar la realidad. A fuerzan ahorcan, podrán decir muchos, pero lo que le llevó a Fraga a renunciar y a aceptar la voluntad de aquellos que se acercaron a su residencia no fue, precisamente, la fuerza, sino un gesto de lucidez que debería de reportarle el reconocimiento de generosidad y de democracia, a su manera, a un político que no ha hecho en su vida otra cosa que mandar.
Objetivamente el gesto de Aznar, su retirada, pasará a la historia como un ejemplo, que no modelo, de abandono voluntario del poder. Claro que conforme pasa el tiempo y se analizan sus causas, sus cómos, sus por qué y, sobre todo, lo que vino después, se queda en algo más pequeño un gesto que, en su día, muchos españoles vimos como algo muy, pero que muy grande: abandonaba el ser más poderoso de España y en su momento más exitoso.
Pero con los años, tal vez el gesto de Fraga en Perbes encierre en sí más modelo que el de Aznar, aunque no se haya puesto nunca como ejemplo en la política. Fraga renunció al poder y, además, eligió como sucesor no a aquel que él tenía en mente sino a aquel que le pidieron 5 de sus principales dirigentes. ¿Se imaginan a Rajoy renunciando al poder porque asume que no da más de sí?, ya hemos visto su comportamiento. ¿Y se imaginan a Aznar esuchando a 5 de sus dirigentes más importantes y aceptando un sucesor que no era el que quería él? Aquí tenemos los resultados.
viernes, 6 de junio de 2008
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