Es verdad que la actualidad del partido socialista nos ofrece una cantidad inagotable de temas que poder desmenuzar y criticar con gusto y empeño, pero la deriva ya inevitable, y por lo que se ve inagotable, del Partido Popular me obliga a escribir una y otra vez del antaño partido liberal de derechas, también llamado centro, que ofrecía una alternativa, ahora ya se ve que no real, al zapaterismo naciente que empezó a creérselo un 14 de Marzo del 2004. Nunca un vacío ideológico tan inmenso había ocupado tanto espacio de una sociedad que se resigna, en un gran número, a aceptar la vacuna contra las ideas y la libertad como fórmula segura de una contínua y artificial felicidad, pero que parece verdadera.
Hemos tenido que esperar, eso sí, 5 años para que Zapatero nos confiese que su proyecto va más allá de la alternancia, aunque no dijo a dónde. No hizo falta, porque todos le entendieron. Claro que ante esto ha tenido que salir Esperanza Aguirre para recordar que en una democracia ir más allá de la alternancia es ir más acá hacia una dictadura, ya que Rajoy está muy ocupado en decirnos lo que habla la gente por la calle o la cantidad de apoyos que tiene en su haber partidista. Si Mariano Rajoy de verdad supiera lo que dice la gente por la calle, es que dimitiría ipso facto y se iría por una larga temporada a un monasterio a reposar, quizás a purgar sus pecados, si acaso existiese la penitencia real para el mal político brotado de la prematura semilla de la vanidad, precursora de toda corrupción posterior.
Pero dejando a un lado que Zapatero nos haga conocedores de sus más profundos sueños, la crisis del PP es lo que hace posible el paseo, hasta ahora, casi militar de un gobierno que no se puede decir que es continuación del anterior porque en el poco tiempo que lleva esta legislatura ya está demostrando que es peor. Una crisis económica galopante, donde Zapatero se empeña hasta extremos insultantes en evitar nombrar la palabra crisis, como si esto fuese un antídoto mágico para el paro, la subida de hipotecas o el atraco a mano armada cada vez que repostamos nuestro vehículo; una huelga de transporte que llevó al país al borde del caos sin que el gobierno hiciese ni un solo día ni una sola cosa bien. Por no hablar, en términos políticos, la irrupción como elefante en cacharrería de la ministra Aído, que ha concitado más odios y rechazos en su propio gobierno, o partido, que en la oposición. Y, como siempre, el juego zapateril a dos bandas con Ibarretxe y el PCTV como telón de fondo. Todo esto, y la manifiesta incopetencia, encima soberbia, del gobierno, habrían puesto en bandeja a una oposición de verdad la posiblidad de promover una moción de censura contra Zapatero, no con el objetivo de ganarla, que sería complicada, sino como puesta de largo de un partido que aspira a ser algo más que oposición eterna, es decir, gobierno real.
Pero Rajoy decidió que lo mejor para su país y para su partido era quedarse, y así desató esos huracanes que, desde entocnes y hasta hoy, asolan al Partido Popular con las ya más que visibles consecuencias de los nuevos aires que azotan la derecha.
Ya no es que el PP haya caído en el desprecio absoluto a quien le deben todo. Ya no es que el PP haya tratado de manera miserable hasta la náusea a gente que son ejemplo y guía de la libertad y la lucha por la democracia. Ya no es que el PP en pleno se haya puesto al servicio de un déspota mediocre que el único mérito que hizo para estar donde está es engañar a todos, al primero el del dedo todopoderoso. Es que el Partido Popular está formado hoy por mediocres, profesionales de la conspiración y antiguos corruptos y autoritarios de caché más que probado.
España, es verdad, no sé si se merece el gobierno que hoy padece, pero lo que es seguro es que no se merece la oposición que encarna el Partido Popular, entre otras cosas porque al PP no se le votó para que hiceran las cosas que ahora están haciendo.
Aún no se han apagado los ecos del congreso catalán y balear, cuando ya se vislumbra de fondo el de la comunidad vasca, mucho más importante desde el punto de vista moral que el catalán, aunque ambos con la misma importancia política quizás. Apenas han pasado 48 horas y la gran vencedora del congreso, Monserrat Nebrera, ya está comportándose con una soberbia que ni que hubiese perdido, pero la realidad es que Rajoy ha provocado que alguien que estaba totalmente marginada en el PPC sea ahora la heroína de tantos y tantos que ya no aguantan más a un déspota asistido por la "madamme" Arenas y la totan útil, puesto que se disputan entre Ana Mato y Cospedal.
Encima, con todo lo que está lloviendo, viene Rajoy a decirnos que él está ahí porque todos lo quieren y que lo demás pues pelillos a la mar. Pero así tal cual. Quizás deberían de ponerle varias veces al día el abucheo antológico que recibió Ana Mato en el congreso. Quizás debería recordarle que gracias a su centrismo, nunca mejor dicho, una candidata que contaba, inicialmente, con 100 avales ha estado a punto de ganarle a la senescal impuesta por Génova, porque Rajoy se cree que su dedo es igual que el de Aznar. Pues que vaya haciendo cuentas de los votos que recogerá Rosa Díez.
martes, 8 de julio de 2008
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