Suele ser curioso el principal temor de los populares a la hora de afrontar el debate que el PSOE y sus adosados han abierto sobre los muertos de la guerra civil-preferentemente republicanos- y una nueva ley del aborto. Y es que a los políticos del PP les incomoda muchísimo que el ejecutivo pretenda distraernos con estos temas de lo que realmente importa, que es la economía, ya lo dijo Rajoy en la precampaña, lo único que importa.
Cuántas veces hemos oído eso de que se puede andar y masticar chicle al mismo tiempo, pero se ve que esto es una doctrina que no llevan demasiado bien en Génova, porque todo lo que no sea hablar de la crisis económica que afecta a España es intentar aborregar a los ciudadanos, al más puro estilo de “pan y circo” que ya inventaron los romanos. Y esto, a la hora de hacer política, es un claro error. No se puede monopolizar la vida pública de un país ante una crisis, por profunda que sea, entre otras cosas porque la espiral social y política de España va más allá de la economía, y a día de hoy afronta problemas estructurales y de identidad que no son, precisamente, una nube pasajera.
Ya sabemos que cuando Rajoy, después de perder 2 elecciones generales, nos dijo que ya sabía lo que tenía que hacer para ganar las próximas, no era encomendarse el dicho popular de a la tercera va la vencida, sino apostar todo lo que le quedaba, entre ello no estaba precisamente la vergüenza, a exprimir políticamente al máximo una crisis cuyo aliento ya se notaba, y esperar que las cosas fueran tan mal para los españoles que llegásemos todos a las urnas apenas con pan y apenas con futuro. Esta es la realidad de Mariano Rajoy, este es el patriotismo del presidente del PP, ha sacrificado todo, incluso lo que no era de su propiedad, con tal de aguantar la tormenta interna popular post electoral y esperar que la marea de las hipotecas sin pagar y el paro imparable le llevase, porque sí, a Moncloa.
Pero en esto de la crisis, que es internacional, ahora mismo sólo queda esperar que las medidas anunciadas por Zapatero empiecen a dar frutos o no, y en el caso de no darlos, proponer algún tipo de alternativa real, porque todo lo que ha dicho el Partido Popular sobre economía ha sido música celestial. De todos modos no podemos perder de vista dos hechos importantísimos a la hora de aceptar, hasta qué punto, el PP puede dar lecciones de política en materia económica al PSOE.
En primer lugar, creo que hace poco la flamante cuota femenina de Rajoy, Soraya Sáenz, decía en una entrevista que el PP era el especialista en arreglar los errores del PSOE en economía. Que yo sepa, y hasta que Arenas no consiga demostrar lo contrario, el responsable del progreso económico que se produjo en España con la llegada del PP al poder en 1996, tiene nombres y apellidos y no está, precisamente, ni en la ejecutiva popular ni al lado de Rajoy, es decir, Rodrigo Rato. Y, en segundo lugar, el fichaje estrella de las listas electorales del PP en vistas al desastre económico que se avecinaba, está creo que por ahí perdido leyendo ejemplares de la constitución y haciendo algunas anotaciones quién sabe si productivas en sus márgenes, es decir, Manuel Pizarro.
Yo, sinceramente, no sé quién es el portavoz económico del PP, me imagino que tendrán uno, pero no sé quién es. En la práctica son todos, es evidente. ¿Ha oído alguien a algún dirigente del PP que preguntado, por ejemplo, por la política lingüística en Cataluña no acabe hablando de la crisis? Habría sido, ciertamente, un fenómeno paranormal, al alcance de oídos extremadamente privilegiados. Por poner un ejemplo. Hace algunos días Juanjo animaba a vascos y vascas a denunciar a España ante Estrasburgo por violación de derechos humanos o algo así. ¿Qué dijo el PP ante esto?, pues ahí estuvo Basagoiti, ese senescal de la más alta traición, pidiéndole a Juanjo que se ocupara de la economía, que por su culpa la comunidad vasca estaba en crisis. Pero bueno, Basagoiti, ¿en qué habíamos quedado?, ¿no era el culpable, único y universal, Zapatero? Esto es lo que pasa cuando no se tiene una dirección clara y coherente, que en Madrid se dice una cosa, y en Bilbao otra. Es como el PSOE antaño con el tema del plan hidrológico, que en una ciudad decían una cosa y en otra la contraria.
Aún así, y dejando a un lado el clavo ardiente al que se aferra Rajoy, ya sea el PSOE, el destino o Garzón, se han puesto encima de la mesa del debate público dos proyectos, o como quieran llamarse, que la derecha no puede despachar con una acusación de “pan y circo” a Zapatero.
Hacía ya mucho tiempo que Garzón no meaba, como vulgarmente suele decirse, fuera del tiesto. Y esta vez, con su listado de víctimas de la guerra civil-preferentemente republicanas- ha regado todo el patio. A Rajoy sólo le merece un “hay que mirar al futuro” que ya lleva repetido, hasta la náusea, desde que perdió por segunda vez. Pero haría bien Rajoy en mirar al presente y ocuparse también, un poco, del pasado. Verdad es que lo de Garzón no es algo original, sino el apéndice de la ley de memoria histórica de Zapatero, y en este sentido se podría decir que lo que pretende la vedette judicial es de apendicitis. Es como si ahora a un juez de Francia o de Inglaterra le diese por hacer un padrón de las víctimas nazis de la II guerra mundial.
Y cuando digo víctimas me refiero a todas, a las oficiales y a las que no constan, pero se sacan de donde sea, pues esto es lo que pretende Garzón, ir más allá de la naturaleza humana para investigar, sobre el pasado, si un desaparecido murió de un tiro nacional o uno soviético, en el caso de no morir, casualmente, de un paro cardiaco. Yo no sé hasta qué punto lo de Garzón saldrá adelante y no será una chapuza infumable que no haya por donde cogerla, no lo sé. Pero que la justicia de un país, que pagamos todos con nuestros impuestos, se dedique a gastar recursos y tiempo en elaborar el listado definitivo de las víctimas de la guerra civil-preferentemente republicanas- causa un profundo bochorno cuando tenemos un escándalo tras otro en la aplicación de las leyes, por ejemplo, en materia de violadores o apología etarra, con una manifestación cada Domingo y días pares, y un violador reincidente los días impares.
Claro, que después del apéndice de Garzón, ha llegado el debate público para una nueva ley inminente del aborto, con una posición del PP entre la indecisión total y la inquisición absoluta. Primero, porque cada uno dice una cosa y todos lo dicen como con temor; y, segundo, porque para la derecha esto del aborto no es una cuestión política sino moral, al igual que el matrimonio homosexual.
Yo, sinceramente creo, que si el PP se niega a formar parte de la redacción de la nueva ley del aborto y se echa al monte de la cruz, estará cometiendo otro error como con el matrimonio homosexual, donde la gran mayoría de la sociedad del futuro, de las nuevas generaciones de votantes, ven con inquietud estas posturas conservadoras que no se identifican, para nada, con la mentalidad, liberal se podría decir, que tiene los jóvenes de hoy sobre la homosexualidad y el aborto. Evidentemente no se pueden comparar ambos temas como tales, pero sí la respuesta del PP que no puede evitar cambiar todos sus principios para poder ser simpáticos a los nacionalistas y pactar con ellos, pero no pueden consentir que dos hombres contraigan matrimonio o que el aborto sea más accesible a las mujeres con embarazos no deseados.
Quizás por esto mismo, por ese aroma a incienso del pasado, nos dirán los populares que no toca hablar del aborto, sino de le economía. Tal vez, por esto mismo, por estos eructos con sabor del pasado, nos dirán que hay que mirar al futuro. Pero yo creo, por esto mismo, que un partido que ha permitido que un perdedor arranque de cuajo sus raíces, no merece la pena ser votado. Vosotros, los populares, nos habláis del futuro pero ni habéis aprendido del pasado ni habéis salido de él.
lunes, 8 de septiembre de 2008
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